viernes, 2 de enero de 2015

Líneas sin tiempo

Recuerdo cuando necesitaba olvidar. Cuando escribía mis despertares a lápiz para poder borrarlos al irme a dormir.
Aún viene a mi mente la sutileza con la que rompía mis deseos y sucumbía a los encantos de sus ruinas, creando mil pasiones punzantes con las que cortar la pasividad de la nada. Cuando tapaba los ojos a mis palabras para que no viesen las heridas de la negación.
Ahora en cambio, necesito recordar. Necesito congelar cada latido pasado para no quedarme sin tinta en mitad de este mundo oscuro.
Sí, debo congelar todos y cada uno de mis recuerdos para arrastrarme a ellos el día en el que arrastrarme sea lo único que me quede.
Voy a convertir todas mis sonrisas en bloques de hielo y acabar así con el fuego de mis lágrimas.
Y nada de esto importa ya que los recuerdos son hoy y mañana nada habrá.
Nunca me deshice del lápiz y, siempre me odié en la noche.
No hay pasado. No hay un grito que me saque de la espiral de esta página. Siempre llena de dolor fantasmal, oculto en la blancura de unas líneas que antes fueron la cuna de la desesperación, y ahora sólo son los escombros de una mentira llena de verdad.
Recuerdos que luchan por quedarse, machacados por la rabia descompuesta de unos sentimientos indispuestos; enfermos del ayer, sin esperanzas del mañana, ausentes en el hoy.




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