miércoles, 3 de enero de 2024

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Las luchas internas de cada día son la antesala del silencio. Ese espacio que necesitas vacío tras la tormenta, como si las gotas de lluvia hubiesen caído tan fuerte que al terminar sólo pudiese consolarte el olor a mojado en tu mente. De esos silencios que realmente gritan mil batallas pasadas; esa calma arañada por una respiración agitada y el vértigo.
Pensamientos acunados por una pregunta constante: "qué hago si no entiendo el mundo y pertenezco a él". 
Ves todo a tu alrededor como si de un espectador de una función se tratara, y no te gusta la trama. No te emociona el final. No aplaudes pero tampoco te levantas. Tan sólo esperas a que deje de llover de nuevo y así tener esa sala de espera despejada un rato para coger aire y volver a la carga.
Porque ese silencio tras la lucha es la lucha más ruidosa. Una que desde la quietud mueve todos tus miedos y te prepara para aceptar que el mundo es una obra de teatro que nadie ha ensayado, con diálogos rotos y actos tachados.