viernes, 21 de junio de 2019

Detrás de la sala de espera

La necesidad de dejar fluir todo lo que sentía, aunque todo lo que sintiese estuviese en ruinas, fue lo único que me salvó esa noche.
No estaba preparada para finjir frente a mi misma que todo iba bien y descubrí que eso es precisamente el mejor consuelo que puedes experimentar cuando todo va mal. Simplemente permitirte caer y chocar para después sentir el dolor de la caída. Destrozada, hecha pedazos, sin siquiera intentar recomponer algunos de ellos.
Ahí estaba yo, mirando desde abajo lo que un día había sido mi vida, mi mayor felicidad.
Me quedé dormida entre mil lágrimas y al despertar todo estaba en su sitio.
El dolor es necesario para dejar de sentir dolor. Esconderse en placebos y valentía enmascarada tan sólo una sala de espera de la que debes salir tarde o temprano.