jueves, 22 de marzo de 2018

Parte I

Durante mucho tiempo había intuido esa escena perfecta para mí. Ese lugar, cargado de melancolía, historias y cierta libertad salvaje. Esa postal en colores cálidos pero apagados al mismo tiempo, fácil de encajar bajo la melodía de Between the bars, de Elliott Smith. Sí, desde hacía años, gracias a las pinceladas de varias noches en vela, sabía, sin saber, el sitio en el que sería plenamente feliz. No era un lugar en el que quisiese vivir, ni en el que quisiese pasar una noche entera siquiera, tan sólo era el sitio al que debía ir, para transformar ese instante en la razón del resto de instantes de mi vida.






El problema era que no sabía cómo llegar ahí, ya que desconocía el verdadero trasfondo y significado de lo que quería. Es curioso reconocer fugazmente el calor y la nostalgia de un momento que jamás se ha producido. Creo que no hay nada más real que sentir por algo que no existe. Es ahí cuando entran en juego tus sentimientos más profundos, esos que dejas de lado cada día, pero sabes están ahí, a la espera de una canción que los revuelva, o de una mirada que les haga escalar al exterior. Cuando algo es evidente, las emociones también lo son. Cuando la imaginación debe moldear lo intangible, las emociones te rasgan el alma.
Dos recuerdos son los precedentes a ese momento de plena consciencia de mi ser. Una noche disfrazada de oso junto a una tienda de campaña, observando las ramas de un árbol, con esas personas que tantos instantes han estado a mi lado. Esa noche me pareció vivir dentro de una escena de Donde viven los monstruos. Magnífica, surrealista y llena de magia.




La segunda vez que pude intuir ese lugar perfecto fue escuchando música en un piso compartido. Era una noche de invierno, tres personas en el salón bebiendo vino y jugando a eso de reconstruir pedazos sueltos de nuestras vidas a base de canciones y grandes consejos. No recuerdo la canción que hizo clic en mi interior, pero sí recuerdo el vídeo. Una chica estaba en un bosque, libre, salvaje, desgarradoramente viva. Tan sencilla y tan compleja al mismo tiempo. Creo que la mezcla de vino, música y vivencias me hizo sentir un flashback de esa postal cálida y apagada al mismo tiempo.

Y entonces una maleta y esas estaciones de tren...