lunes, 22 de septiembre de 2014

Mentiras en una cucharilla de café

Descompuse mi alma con los pigmentos de una melodía inacabada, firme y vulnerable al mismo tiempo. Cuerpo frágil en mis sueños. Mente de hierro en mis despertares.
Tiento a lo efímero para que me arrope sin juicios. Quiero temblar bajo la manta de mis recuerdos y a la vez detesto mi pasado. Quiero desaparecer del ayer para encontrarme en el mañana y así poder presentarme ante mis sentidos, pero no puedo olvidar que mi subconsciente tiene otros planes para mi.
Torturo a mis labios cada vez que acudo a la celda de mis palabras. No encuentro la llave que las libere.
Mojo mis páginas con los restos de un café que no terminé por miedo a la soledad de una taza vacía.
Ya no me queda locura, la gasté toda entre las sábanas de una noche de invierno, ardiente y helada al mismo tiempo; y ahora la busco. Ahora acuchillo a la cordura convencida de poder acabar con ella.
Y en realidad nada es cierto. Nada me consuela. En realidad sólo temo al silencio de mis latidos, que despacio me recuerdan que me quieren, que esté tranquila.
Si todos mis latidos me quisieran como quiero yo a la oscuridad, habríamos sucumbido en las garras de la luna, enigmática y maquiavélica, como mi mirada, que en un estúpido intento de brillar, sólo logra intimidar a los espejos de la frialdad.
Quién sabe si no destruí la llave de mi celda entre el fuego de las sábanas de aquella noche en la que me bebí toda la locura que me quedaba.
Condenada a gritar en silencio, hoy querría acurrucarme junto a mis palabras, que desgastadas, piden auxilio cada día.



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