viernes, 6 de febrero de 2015

Te doy mi pintalabios si me das esas tijeras. No, esas no, las afiladas. II

Trasteando por los periódicos oxidados de mi buen amigo JJ Jim, encontré esta carta, llena de tachones y letras desiguales. Estas palabras se han convertido en mi lectura obligatoria de cada día. No entiendo nada, pero de un modo u otro, es lo único que me identifica. Sí, un papel viejo y arrugado. Yo ya estoy arrugada por dentro, y algún día seré vieja por fuera, no es tan raro al fin y al cabo.

"Algunas personas no son especiales por lo mucho que las quieres, sino por lo mucho que te hacen odiarlas en los momentos en los que más las quieres.
Siempre tuve la sensación de tenerte a dos centímetros de mi aún cuando estabas a kilómetros de distancia. Puede que me pasase noches en vela cosiendo recuerdos para no permitirme olvidarte.
Ahí estabas tú, tan extraño, tan estúpido, esperándome sin entusiasmo aparente. Yo, ajena a ti, como siempre, te sonreí. Ajena a ti, impregnada de ti.
Sonó una canción, y luego otra. Y otra. Qué faena que te hagan escuchar canciones mientras miras a alguien a los ojos. En el primer estribillo te detesté por crear ese momento. Para la última estrofa ya sabía que jamás olvidaría ese instante. 
Me sacaba de quicio la facilidad con la que me robabas las palabras que guardaba para el día en el que ya todo diese igual. ¿Ya todo daba igual? Es decir, alguien que te empuja hacia el precipicio y te deja allí plantado durante años, no merecía nada. Mentira, merecía todo. Podría haber dado media vuelta e irme, tuve mil ocasiones, pero enseguida aparecías y me recordabas que el filo era mi sitio. No eras consciente de ello. Tampoco te lo dije. Imbécil.
Hablar del pasado se nos da bien a todos, es fácil. En fin, sólo tienes que citar un recuerdo tras otro, independientemente de lo dolorosos que puedan ser algunos. No, lo difícil no es hablar del pasado. Lo difícil es hablar de lo que nunca acaba porque nunca empieza. Un recuerdo sin cabeza ni piernas. Un recuerdo que sólo conserva un corazón deseoso de un camino que nos acerque, y unos ojos que nos unan.
Me acerqué a ti y ahí estabas. Qué idiotez, claro que estabas. Cuando algo es tan increíble que no lo crees, hasta la mayor obviedad es una maldita locura. No quería acercarme a ti, en mi precipicio me sentía segura, y tú me incitabas a saltar conforme ibas acercándote a mi. No tenías derecho. 
Me condenaste con sólo un beso y yo te condené a ti al no apartar tus labios de los míos. Pero no lo sabes. No sabes nada. 
Cogí mi chaqueta mientras me temblaba la mano con la que sujetaba mi cigarro a punto de consumirse del todo, dispuesta a desaparecer para siempre. Y no pude. Sólo quería que me dijeras que era idiota, pero convincente. Joder, debiste quitarme la chaqueta de nuevo y tirarla por la ventana. Habría sido la estupidez más bella del mundo.
Vaya, se me ha ocurrido algo."

Hay tanta verdad como mentira. Lo tengo claro, y eso la hace fascinante. Pienso descubrir quién se esconde detrás de esta carta.

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