viernes, 12 de septiembre de 2014

Zapato de cartón

Se rompió. Era evidente que tenía que pasar tarde o temprano. Era un zapato de cartón. ¡De cartón! Sí, como esas cajas risueñas que salen a patadas de los sitios donde viven cosas pesadas; sí, esas cosas pesadas que huelen a periódicos viejos. ¡Exacto!
Pero paren un instante, por favor; lo único que de veras importa en este rectángulo vital es el zapato de cartón.
Ella sabía que era débil; sabía que algún día se mojaría bajo la lluvia. Y si no hubiese sido así, alguien se habría encargado de comprar un punzón amarillo en aquella tienda desgastada y corrompida por los pájaros del pasado.
Cuando salió a la calle, observó la sombra azulada del gato de su vecina coja y de veras que intentó contener la risa, pero no, no pudo. Era una sombra tan retorcidamente azul y...en fin, el gato era tan ridículamente grande que...
Una sombra azul de un ser gatuno gigante... ¿quién no se reiría? Vale, nadie se reiría. Solo ella sabía ver ese tipo de cosas. Solo ella podía llevar un zapato de cartón en su mochila.
La vecina coja miró a la jovencita con desaprobación en la nariz y la jovencita se encogió de hombros porque las narices enfadadas le daban miedo.
Comenzó a correr calle abajo hasta que recordó aquel sueño que nunca tuvo en el que corría calle abajo hasta recordar un sueño que nunca tuvo.
Al final de la serpiente de asfalto estaba ése chico tan repelente.
Se burló de ella cuando ésta sacó de su mochila el zapato de cartón.
Ella sonrió porque sabía que en el fondo se moría de ganas de pintar girasoles verdes en el zapato.
-Pinta un girasol- casi le ordenó la joven ofreciéndole un tronquito verdoso que hacía las veces de objeto escolar, o lo que sea.
-¿Por qué iba a hacerlo?
-Porque te mueres de ganas de subir la calle conmigo.
El chico repelentoso cogió el objeto verdoso y pintó en la solapa de cartón un girasol perfecto.
Ella bostezó y gritó:
-¿Eres tan aburrido siempre?- a continuación pintó al perfecto girasol un bigote de pez y una cola escamosa de señor malhumorado.
-Nada de lo que dices y haces tiene sentido- escupió más que dijo aquel ser vivo pululantemente repelente.
La jovencita se mordió un brazo y evidentemente comenzó a llover.
Y no merece la pena contar lo que pasó después.
El zapato de cartón se mojó, claro, pero eso ya lo intuíais todos ¿verdad?
Pues...siento decepcionaros. El zapato de cartón tuvo un sueño mientras las gotas le violaban sin atreverse a correrse (ninguna de ellas, de veras) y bueno, digamos que en ese sueño él se transformaba en un girasol verde y...vale, no, realmente no tuvo ningún sueño... ¿Por qué seguís leyendo? ¿Acaso os parece serio leer el sueño de un zapato de cartón?
A ella sí se lo parece, pero ella no necesita leer esto, ya que ya lo sabe todo.

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