miércoles, 20 de mayo de 2015

Claridad inversa

Las escaleras no acababan. Un escalón. Otro. Un latido. Otro. Mis tacones se sincronizaron con el frío mármol. Aún podía sentir la brisa mensajera de aquellas olas que días antes habían sido espectadoras del más arrebatador encuentro. Una caída de tirantes. Sal húmeda en mis hombros. Sonrisas bailando como las alas de una bella mariposa. Caídas intencionadas. Miradas con olor a crema solar. Caricias de arena. Estrellas furtivas, avergonzadas por la indiscreción del mar.
Otro escalón. 
No podíamos parar. La ingenuidad yacía a nuestro lado con la indecencia. No queríamos mirar, pero sabíamos que allí estaban; radiantes, enigmáticas, animándonos a unirnos a un juego en el que la muerte y la vida eran tan sólo trofeos de cartón. Un juego sin reglas, pero repleto de verdades maquilladas por la mentira más ruin. Nos gustaba la torpeza de caer en manos erróneas. No queríamos juntar nuestras manos, pero no podíamos separar nuestros putrefactos deseos. Todo estaba en ruinas. Era hermoso. Yo buscaba la ola más grande. Él miraba con desprecio la luna, esperando que la marea subiese para cubrir nuestros gritos de júbilo. 
Otro más. Mis tacones no aguantarían mucho más. 
Mandé un beso a la lujuria. Ella me devolvió un puñetazo en el estómago. Yo reía, pensando que tal vez con una copa todo se arreglaría. Puse nombre a cada concha de la orilla mientras él desgarraba la noche en busca del sol, pensando en el crimen perfecto que acabase con su vida, convirtiendo todo en oscuridad eterna. Le dije que todo terminaba, que el mar tenía miedo de las estrellas y que las nubes también tenían derecho a vivir. Él me mordió justo en el centro del corazón haciéndome callar. 
Podríamos haber vivido en el párrafo de aquel libro que tanto nos gustaba, pero decidiste ser nómada viajando por mil canciones de rock. Yo te seguí y olvidé mi historia.
Otro escalón. Otro. Otro. Otro.
Me descalcé, y tuve en mis manos todas las páginas que había olvidado; tuve en mis pies el más bello sólo de guitarra.
La escalera terminó. Corrí hacia ti. 
"Vamos a unirnos".



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