sábado, 5 de marzo de 2022

Café de más

Romper el hielo entre los pensamientos de la mente con la interrupción de una lágrima reivindicativa. Conversaciones entre unos y otros, desprovistas de tiempos de espera ni coherencia estructural mientras observas callada, entendiendo el caos que has provocado inconscientemente. Tú, que abrazas la ataraxia para sobrevivir en mitad de la jungla, no entiendes cómo parar el debate de tu mente, ésa que habías ordenado con cuidado y telones en blanco y negro.
Las suposiciones y los recuerdos se alían y los miedos crean una resistencia lanzando realidades a los muros de la imaginación. Tú, que nunca echas la vista atrás para no sentir calor de más, no entiendes por qué te arden las mejillas, ésas que sólo despertaban para cuidarte mientras dormías. 
Gritas y te secas esa lágrima inoportuna, silenciando el espectáculo con un telón antiguo. Te levantas de la butaca y las luces se apagan bajo tus pisadas. 
Tú, que dejas a tus ojos jugar con la luna por las noches para encontrar claridad, no puedes comprender cómo la oscuridad tiene unas manos tan bonitas. 

Suspiras y continúa la vida.

domingo, 27 de febrero de 2022

A break in my mind

It wasn't easy to trust my feelings when I turned my head and show you screaming with your eyes. You weren't angry at all, not even upset but wondering how to make a bridge between your skin and my soul. 
Have you ever been before in a place where you supossed to be to feel alive? Or are you too busy creating mess around your life to realize about how empty we are most of the time? 
It needed sometimes just a second to understand what really matters. It's not about material stuff, luxury, fake laughts, full wine glasses or walking fast in your daily basis to achieve all your goals without enjoy the road. No, it's not about all those things. Sometimes just a second bring you all the fullness that you need. An eyes screaming load asking to be closer to you are more than enough. There is truth there. And not always we have the chance to get that with anything else.

I see your face in front of me. I turned away with a wee smile, looking forward to be able to cross that bridge with not fear.

martes, 22 de febrero de 2022

Máscaras

Una máscara y música circense en cada encuentro. Segundos antes calma y opacidad en las ojeras, caminando entre columnistas catastrofistas de la mente y obligaciones mundanas de la realidad.
Aparece tu reflejo en mis pestañas y veo colores que nunca antes había visto, no sé si por lo vivos que son, o porque de veras conviertes el suelo en nubes.
La melodía de tarde en el circo me ayuda a ofrecer ese espectáculo nefasto para que no frunzas el ceño estupefacto. La máscara es el complemento de mi función y funciona realmente bien. 
Caminas y desapareces. Todo ha salido como debía.
Quito mi disfraz y apago la música.
Comienzo a deslizar mi brazo imaginando que me acaricio a mí misma ofreciendo consuelo. Suspiro hondo y dejo que lo tenue me cuente el menú de realidad que toca ese día. Vuelvo a respirar hondo resignada. Mirando de reojo esa máscara.
Quizá sea el momento de partirla en dos.

sábado, 19 de febrero de 2022

El humo y la ceniza.

Espirales de recuerdos futuros recreados en el escenario de la mente. Moviendo las piezas y los tiempos a tu antojo, creyendo que todo sucederá como tú quieres que suceda si tan sólo eres capaz de imaginar con fuerza. Sintiendo nostalgia que aún no existe, sabiendo de antemano cómo te sentirás cuando el mañana se convierta en pasado mañana y te veas con el pelo alborotado en la cama y una sonrisa satisfactoria.
Aquí, anclada en el ahora, mis pensamientos no están conmigo. No quieren ver lo que hay y transformo cada sorbo de café en un trampolín hacia esas imágenes perfectas recreadas por mis deseos más profundos.
Y veo una postal inmaculada de esa vida multicolor saludando desde lejos y yo le devuelvo el saludo pidiendo que me espere paciente. Sin ser capaz de comprender lo inverosímil de querer sentir por lo inexistente. De abrazar recuerdos que nunca saldrán del escaparate de mis ojos. Fingiendo sonrisas por el nerviosismo de una canción inerte y un perfume en el aire. 
Doy el último sorbo a mi café y vuelvo a la realidad. Sin futuro ni presente. Sin melodías ni aromas. Sin nostalgia ni ojos cerrados. Tan sólo una última calada enseñándome en lo que se convierte la imaginación con una metáfora. 

miércoles, 16 de febrero de 2022

Rotos

Camino de un lado a otro con la mirada,  anclando los pies en ese hueco de la mente rodeado de momentos inertes. No puedo dejar de buscar una salida segura, sin fracturas ni gritos silenciados. Intento respirar despacio una y otra vez pensando que ese es el único mapa que necesito para conseguir salir de ahí. Pero no funciona y mirar sólo me devuelve oscuridad. Cierro los ojos, siento un cosquilleo por el cuerpo y comienzo a ver. Un pie logra dar un paso al frente y el otro, receloso, hace lo propio, dejando huella sobre esos cartones emocionales del pasado. Esos momentos opacos como un recuerdo que nunca existió. 
Salgo de mi mente y el aire es más limpio. Puedo caminar sin tropezar y respirar sin pensar en la frecuencia de cada respiro. 
Todo parece más sencillo cuando te liberas por un instante de las cadenas internas. No siempre hay que tener los ojos abiertos para ver lo que necesitas ver. A veces, pisar fuerte encima de las limitaciones de la mente te ayuda a encontrar el punto de inflexión que necesitas para poder abrir los ojos sin sentir que te falta el aire. 
La realidad no es el reflejo de un puñado de recuerdos ardiendo ni tu imaginación la manguera que los apague. Simplemente con un suspiro puedes estar en el aquí y ahora. En ese instante presente y fugaz en el que todo es posible. Ese momento en el que puedes tomar el camino que te dé la gana y decidir si abrir o cerrar los ojos, sin imposiciones. Libremente. 
Al final lo único que importa es esa sensación de libertad. Y qué bien sienta ese aire limpio en mi cara.

viernes, 21 de junio de 2019

Detrás de la sala de espera

La necesidad de dejar fluir todo lo que sentía, aunque todo lo que sintiese estuviese en ruinas, fue lo único que me salvó esa noche.
No estaba preparada para finjir frente a mi misma que todo iba bien y descubrí que eso es precisamente el mejor consuelo que puedes experimentar cuando todo va mal. Simplemente permitirte caer y chocar para después sentir el dolor de la caída. Destrozada, hecha pedazos, sin siquiera intentar recomponer algunos de ellos.
Ahí estaba yo, mirando desde abajo lo que un día había sido mi vida, mi mayor felicidad.
Me quedé dormida entre mil lágrimas y al despertar todo estaba en su sitio.
El dolor es necesario para dejar de sentir dolor. Esconderse en placebos y valentía enmascarada tan sólo una sala de espera de la que debes salir tarde o temprano.



lunes, 25 de febrero de 2019


No nos enseñaron a vivir despacio. A pensar en las consecuencias, a observar lo que sucede a nuestro alrededor tras cada paso que damos. Nos enseñaron a vivir deprisa. A ir a todo trapo, destrozando o ignorando lo que vamos dejando atrás; obsesionados por el futuro inmediato e ignorantes del presente. Y el pasado. El pasado solo es la sala de espera donde apelotonamos los recuerdos, malos y buenos, donde acudimos de vez en cuando, para beber agua y suspirar hondo antes de volver a la carrera.

Una carrera constante. Tenemos prisa por todo, y queremos sentir la adrenalina de ir deprisa, viviendo todo intensamente. Y no entendemos que a veces para respirar no solo es importante el oxígeno.

Y nos caemos, o triunfamos. Y nos da igual a la larga, porque hay que continuar, desprovistos de equipaje. A veces incluso desnudos de emociones. Corremos, y nos corremos en los sentimientos. Que más da. Estamos demasiado ocupados para apreciar una sonrisa o una taza de café junto a esa persona que tanto quieres y a la que hace tanto que no ves.

Algunos días tengo este tipo de reflexiones. Despierto, miro a un lado, y solo quiero que se pare el tiempo y guardar cuidadosamente en un frasco todas las mañanas. Ese momento del día puro, inmenso y frágil al mismo tiempo. Donde solo coexisten la verdad y la perfección de lo sencillo. De lo real. Y, en esos instantes, no logro entender por que el mundo tiene tanta prisa. Yo soy la primera que va deprisa, pero, aun puedo sumergirme y poner mi vida en pausa cuando despierto y me giro hacia el otro lado.

Esos minutos son los que compensan una vida de prisas.