Aparece tu reflejo en mis pestañas y veo colores que nunca antes había visto, no sé si por lo vivos que son, o porque de veras conviertes el suelo en nubes.
La melodía de tarde en el circo me ayuda a ofrecer ese espectáculo nefasto para que no frunzas el ceño estupefacto. La máscara es el complemento de mi función y funciona realmente bien.
Caminas y desapareces. Todo ha salido como debía.
Quito mi disfraz y apago la música.
Comienzo a deslizar mi brazo imaginando que me acaricio a mí misma ofreciendo consuelo. Suspiro hondo y dejo que lo tenue me cuente el menú de realidad que toca ese día. Vuelvo a respirar hondo resignada. Mirando de reojo esa máscara.
Quizá sea el momento de partirla en dos.
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