Aquí, anclada en el ahora, mis pensamientos no están conmigo. No quieren ver lo que hay y transformo cada sorbo de café en un trampolín hacia esas imágenes perfectas recreadas por mis deseos más profundos.
Y veo una postal inmaculada de esa vida multicolor saludando desde lejos y yo le devuelvo el saludo pidiendo que me espere paciente. Sin ser capaz de comprender lo inverosímil de querer sentir por lo inexistente. De abrazar recuerdos que nunca saldrán del escaparate de mis ojos. Fingiendo sonrisas por el nerviosismo de una canción inerte y un perfume en el aire.
Doy el último sorbo a mi café y vuelvo a la realidad. Sin futuro ni presente. Sin melodías ni aromas. Sin nostalgia ni ojos cerrados. Tan sólo una última calada enseñándome en lo que se convierte la imaginación con una metáfora.
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