Diciembre ha sido un número con contenido extra. Momentos donde la felicidad de lo cotidiano ha peleado con la crudeza para ganar apartados. Situaciones en las que las lágrimas han sido la muralla de un tiempo complicado escondido por sonrisas del pasado.
Noticias desbordantes y noches sin interruptor. Mañanas de faltarte el aire y cafés a medias. Pasos pesados con suspiros ligeros.
Diciembre terminó haciéndome un hueco en el pecho por no poder dar un abrazo a la persona más importante de mi vida en un momento desgarrador.
Me hizo entender (aún más) que la falta de empatía de algunas personas, aunque duela, te hace más fuerte. Que las adversidades y el dolor te tiran a el suelo pero también te dejan tregua para volver a levantarte. Que no somos lo que mostramos, sino un sin fin de situaciones que nadie conoce.
Que la educación, la responsabilidad, la determinación y la bondad deben ser siempre las claves para tener una conciencia tranquila. Y que una conciencia tranquila es el sinónimo de una vida tranquila. Porque la conciencia y la vida, al final son lo mismo.
Los momentos son recortes de revista. Y yo ya no tengo ganas de explicar ninguna imagen. Tal vez así mi mente difumine el por qué de cada una de ellas y mañana se queden en eso, tan sólo imágenes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario