Chocolate y café por la tarde tumbadas en el sofá.
Reír hasta llorar por cualquier cosa y llorar de verdad, por cualquier cosa también.
No tener que decir ni una palabra porque entendemos perfectamente lo que pasa.
Salir por Toledo hasta las tantas y volver a casa sosteniéndonos la una a la otra por el puente Alcántara.
Cervezas en el Aborígen después de trabajar.
Recomponer nuestras vidas con consejos y canciones de Robe.
Carretera de noche a Madrid cuando no encontramos ningún plan en Toledo. Dormir en Leganés tras dar de comer galletas a un gato gordo.
Desayunos y meriendas en Parla. Ferias de Alcalá de Henares. Conciertos en Fuenlabrada.
Abrazos en Santa Bárbara y borracheras en nuestro bar de confianza.
Noches en vela por cualquier excusa.
Películas, series y pijamas molones.
Sacar a pasear a un cerdito por Recas (y que se nos escape y desate el caos en el pueblo).
Apoyo incondicional.
Amor infinito.
La distancia estos años no ha cambiado ni un poquito lo importante que eres para mí.
Más que mi mejor amiga eres mi hermana. Tanto que a veces olvido que no somos de la misma sangre.
Te quiero, Sara.
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