Las palabras rotan en busca de la frase perfecta; banal y despreocupada. Dan vueltas constantes golpeando cada emoción que intenta hacerse paso para continuar en esa ruleta de momentos desechables.
Pero la mirada rompe poco a poco la cima, observando desde abajo, intentando unir los dos caminos en uno solo. Sin diferencias ni contrastes.
- Hace buen día, eh- dijo él sin ninguna efusividad con los ojos perdidos en otra parte.
Ella sonrió y le miró.
-Hola- exclamó levemente él, sorprendido por algo que acababa de descubrir, sin poder evitar esbozar una sonrisa.
- Mucho gusto- rió ella, entendiendo lo que él había descubierto.
El camino se entrelazó y las palabras nunca tuvieron tanto sentido.
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