Sumergida en el silencio de una habitación a oscuras, apoyada en la ventana dando la espalda a la luna, jugaba distraída con un mechón de pelo. Sin recuerdos ni canciones a medias en la mente; tan sólo ella ante la oscuridad. La grandeza de la nada era tan sobrecogedora que terminó encogiéndose para hacerse más pequeña y rendirse ante aquello por lo que no se puede luchar. Cerró los ojos para dejar de ver lo que no veía y así poder ver lo que ni existía. Lo irreal te brinda la posibilidad de indagar en aquello que de verdad quieres, pues debes esforzarte por crear a tu antojo, en vez de hacer malabares con sucesos del pasado que, en ocasiones, son tan sólo imposiciones en las que te has visto envuelto.
Al cerrar los ojos comenzó a llover y el silencio se rompió al instante. Ajena a esta llamada de atención de aquello a lo que daba la espalda, caminaba por su imaginación en busca de esa imagen perfecta.
Acurrucada entre sus propios brazos terminó quedándose dormida. La lluvia paró y la luz de la luna brillaba enigmática alumbrando su cara.
Esa noche tuvo un sueño bonito. Con esa imagen perfecta.
Al despertar entendió que la oscuridad jamás tendría el magnetismo de esa luz azulada. No volvió a dar la espalda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario