Esperabas pacientemente poder volver, como un error del ayer, de esos de los que bebes cuando el alcohol deja de parchear heridas. Creías ser ese inoportuno encuentro entre noche y júbilo, pero siempre te quedabas en la puerta; siendo atardecer y tristeza. Un tropiezo de principios te trajo hasta aquí, transformando el peligro en rutina. Eras de sentimientos sin ritmo, pero tus palabras eran la mejor canción.
Tú buscabas un epílogo para nosotros, y yo me escondia en notas de agradecimiento.
Hoy no es buen momento. Disculpen.
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