Salimos sin pretensiones. Recogemos las miradas que caen al suelo por vergüenza, las analizamos y si nos convencen, por qué no, las vendemos al mejor postor. Quedamos a escondidas, chistamos a los gatos callejeros, aguardamos frente a los bares cerrados. Siempre nos descubren, eso nos gusta, sino...qué sentido tendría el secreto de nuestro encuentro. Los secretos respiran cada vez que alguien hojea entre sus páginas, en silencio, pero entendiendo cada renglón. Reímos a carcajadas cuando caemos al suelo, sobre las pisadas de la gente. Somos efímeros como un parpadeo, concisos como el frío abrasador de una mala noticia. No conocemos el poder de un "te quiero", pero sí el cosquilleo de un "estoy aquí". Con eso es suficiente. Estar o no estar es la clave, las palabras tan sólo un rompecabezas para nuestros instintos. Salimos dando golpes a la vida, amenazando al tiempo, desafiando al presente, confiando en el pasado, rezando al futuro. Aburridos de tecnicismos, inventamos nuestros propios sentidos. Ilógicos y descabellados, pero únicos y verdaderos. Enterramos las manos en el fango mientras soñamos con valles soleados. Matamos lo espontáneo, porque queremos que sea aún más espontáneo. Vuelta a la lucha. Vivimos viendo cómo la presa caza al cazador para tener alguien a quien querer. -Tal vez esa mirada cueste algo.
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