viernes, 28 de agosto de 2015

El despertar

Te encontré asustado. Escondiéndote de ti mismo. No creías en ti, ni siquiera yo creía en ti. No podía mirarte a los ojos, tu pelo me lo impedía. Nunca te dije "aparta ese mechón". No quería mirarte. 
Eras una negación en mis ojos. Un tachón indiferente. Una mancha de vino en una prenda a punto de ser tirada. 
Y ahí estabas, tiritando de frío en mitad del desierto. El sol no daba tregua a tus miedos. Me acerqué varios pasos sabiendo de antemano que no mediaría palabra contigo. Me daba igual tu dolor. Nada me unía a ti. Dos desconocidos que nunca fingieron ser algo que no eran. 
Alzaste la mirada, me miraste apartándote aquel mechón de la cara. Vi tus ojos por primera vez. No me gustaron, pero quería mirarlos. Sonreías con las pupilas, con todo tu dolor a cuestas. Camuflabas tu desolación para obligarme a buscarla por mi cuenta. De veras querías que la encontrarse, pero no para hacerme daño ¿verdad? 
Me gritaste con el silencio más abrumador del mundo. Un escalofrío invadió cada uno de mis sentidos. Desnudaste mi alma en cuestión de milésimas de segundo. Había eco dentro de tu corazón. Un camino de escarcha nos separaba. Pero me gritaste, joder. Y me drogué con el movimiento de tus párpados. 
Ni una palabra.
No pensabas hablar ¿eh? No me conocías y en cambio, de pronto el mechón ya no estaba ahí, tapándote de mi. Sentí tu dolor, tu incertidumbre. Me contagié de la felicidad de tus manos inquietas. 
Tu sonrisa salió de su zona de confort y yo te tendí la mía. 
-¿Dónde te habías metido?-dijiste.
-Ayúdame a quitar toda esta escarcha y luego te lo cuento.

El sol volvía a brillar. O tal vez era la luna, ya no lo recuerdo.



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