La espera no era diferente a la llegada. El adiós era el reflejo del regreso. La música más bella era sólo una copia barata del silencio más devastador. La lluvia secaba cada recoveco de mis desastres. El amor ponía al odio entre la espada y la pared. La mentira susurraba a la verdad lo que ésta tenía que contar al mundo. Los secretos buscaban un megáfono mientras la evidencia dormía en un rincón con timidez. La oscuridad leía cuentos al Sol. Los versos eran puentes de párrafos partidos en dos. Las miradas de la gente buscaban los labios cadavéricos de la ceguera. El saber era una explanada en la que el viento pasaba en busca de palabras interrogantes. La belleza miraba desde su balcón las flores del terror. Los sentimientos se tallaban en madera. La ataraxia se componía de latidos desbocados.
Siendo precipicio. Tempestad. Caminando sobre el asfalto de las nubes. Yaciendo en el infierno de nuestro paraíso marginal. Sin tinta en los ojos, pero sí millones de hojas en blanco. Siendo más que la noche. Muriendo en cada despertar.
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